Por Martín Liberman
Se lo suele cuidar mucho al técnico de Boca. Casi no hay críticas sobre la dirigencia actual. En el Xeneize no se dice nada de un equipo que juega realmente muy mal, de un equipo que está debajo de la mitad de la tabla en un torneo con 28 equipos y con equipos de menor relieve y de poca valía. Boca no logra encontrar el rumbo, gasta millones de dólares en futbolistas, incorpora jugadores y el rendimiento del equipo es realmente muy, pero muy flojo.
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Tuvo la gran ventaja y suerte de pasar de ronda y sostenerse en la Copa Sudamericana. Una eliminación con Independiente del Valle hubiera provocado un ruido muy fuerte, y no sé cómo hubiera salido parado el técnico Martínez. La verdad es que desde que llegó, en los primeros partidos daba la sensación de que Boca encontraba un cambio, que Boca hallaba un rumbo y que podía empezar a jugar de cierta manera. Sin embargo, hoy es prácticamente una continuidad del letargo futbolístico que ensayaba con Jorge Almirón como entrenador.
En aquel momento lo salvaban los penales de Sergio Romero y haber llegado a la final de la Copa Libertadores, donde incluso en un momento estuvo cerca de ganar el partido frente a Fluminense en el Maracaná. Luego llegó el técnico Martínez y, cuando todo parecía que mejoraba, Boca sigue inmerso en una dura crisis, un equipo que no tiene ningún tipo de identidad, que carece de líderes futbolísticos. Y encima, los mejores jugadores son los jóvenes que ha elegido el técnico Mascherano para disputar el torneo juvenil, que son los Juegos Olímpicos.
Los Juegos Olímpicos, a mí la verdad, me importan muy poco. Son un torneo juvenil que no cambia la ecuación en absoluto para la historia del fútbol argentino. En todo caso, habría que revisar si el fútbol olímpico tiene que seguir jugándose con este formato de hoy, no con futbolistas súper profesionales y en muchos casos ya hechos hasta económicamente. El tinte amateur era otra cosa, pero Boca se priva de Medina, de Zenón y de Ezequiel Fernández, hombres clave que serían hoy titulares seguramente en la mitad de la cancha de Martínez.
Entonces, a un Boca que juega mal, un equipo sin rumbo y con poca identidad, hay que agregarle la ausencia de los futbolistas que hoy serían clave en el medio del partido. El técnico saca al mejor, que es Cavani, para poner a Giménez, un chico que juega bien. Milton Giménez es un buen delantero, creo yo no con nivel para Boca Juniors, pero el momento de Boca hace que haya jugadores que en otra época seguramente no hubieran jugado en Boca Juniors y hoy pueden jugar. Dicho esto, ojalá que a Milton Giménez le vaya muy bien porque se nota además que, aparte de buen futbolista, parece un buen chico, buena persona.
Boca no encuentra el rumbo con jugadores que creen que todavía el fútbol se gana siendo matones, como el caso del capitán Rojo o de Romero, que tira la pelota lejos para hacer tiempo. La verdad es que es un Boca que está inmerso en una durísima crisis y un mundo de mamarrachos y de periodistas que no dicen nada porque le temen a su presidente, temen represalias, represalias que yo ya tuve, de modo tal que hacen bien en temer. Pero nada es tan grave como para no decir la verdad, y la verdad es que Boca es un espanto, dirigencial y futbolísticamente hablando. El equipo no encuentra el rumbo, aunque todavía sigue con vida y mantiene las chances en el torneo internacional.
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