Historicos

Diego Armando Maradona, dios napolitano

El Diez marcó una era y fue parte de una reivindicación social y cultural en Italia.

Por Julián López Navarro

El Diez marcó una era y fue parte de una reivindicación social y cultural en Italia.

Dejar una huella indeleble en el corazón, en la retina, en la memoria y en la historia de un hincha, es una hazaña reservada solo para algunos futbolistas. Movilizar a una ciudad entera, devolverle su dignidad, colocarla en el mapa mundial y hacerle tocar el cielo con las manos, es una tarea que, al día de hoy, fue reservada solo para uno.

 

Murales, estampillas, tatuajes. Gratitud y más gratitud. Eso provoca en los habitantes de Nápoles la figura de Diego Armando Maradona, que a partir de lo que logró hacer en aquella ruidosa ciudad al sur de Italia, la creencia religiosa colectiva lo ha elevado hasta ubicarlo a la misma altura de San Genaro, el patrono de los napolitanos.

 

Si los italianos ya se lo reconocían desde aquellos mágicos siete años que jugó para el Nápoli, su fallecimiento el 25 de noviembre de 2020 lo habría ubicado en la categoría de un dios. Pero él ya lo era. 

 

Además de transformar al club, transformó la ciudad. Él fue el impulsor de una ‘rebelión social’ contra el norte. Un hombre que puso el nombre de Nápoles en el mundo. Y en el país entero”, le dijo una vez a la BBC Antonio Moschello, periodista e hincha del Napoli. Es que, con la habilidad de su zurda, Diego Armando Maradona colocó a la institución en un lugar de privilegio. Y, a partir de ello, aunque sin buscarlo, encarnó también una lucha social y cultural dentro del país.

 

Uno de los puntos de inflexión de esta gesta que, está visto, era también extra futbolística, fue aquel 10 de mayo de 1987. Ese día, Nápoli conseguía de la mano de ‘Pelusa’ el primer título local de su historia. Hacía poco más de tres años que el Diez había arribado al club (llegó a mediados del ’84)  y luego de un empate ante Fiorentina se consagraban campeones.

 

La euforia de la institución y de una ciudad arrinconada en un desprestigiado territorio sureño fue tal que, en ese mismo año, Nápoli ganaría también la Copa Italia. No era mero logro deportivo. Diego Armando Maradona estaba reivindicando la lucha del Sur contra el Norte, de los pobres contra los ricos, de lo popular contra la elite. No era solo prestigio futbolístico, sino que también le daba a Nápoles aires de grandeza y un motivo para levantar la cabeza entre las coquetas ciudades de Milán, Roma, Verona.

 

“Con Maradona, el club se convirtió en el más fuerte de Europa”, dijo una vez en una entrevista Bruno Giordano, delantero y ex compañero suyo en Italia. Es que, mientras el de Villa Fiorito seguía haciendo estragos en el plano local, llegó el momento del plano internacional.

 

Temporada 1988/89, Copa de la UEFA (actual UEFA Europa League), en el camino ya quedó el poderoso Juventus y el temible Bayern Munich. Falta el Stuttgart, en la final, pero también es vencido. Nápoli es campeón del continente. Locura en la hinchada, locura en la ciudad. 

Esa temporada fue la que más asistencias dio el astro en todo su paso por el club: 20. Además, fue la segunda más goleadora en su cuenta personal, con un total de 19 tantos. Diego Armando Maradona continuaba su gesta en Italia, y de hecho es probable que no pudiese haber jugado para otro equipo, más allá de que intentaran seducirlo.

 

El sentimiento de pertenencia que tenía él para con la ciudad, con la institución, con la gente, iba más allá de la gloria profesional. Tomó ese rechazo social de la sociedad de norte hacia el sur y lo hizo bandera. No cabe duda de que ese fue uno de los motores principales para lograr todo lo que consiguió con la institución.

 

Lo que vino después, sería: otro título local en 1988/89 y una Supercopa en 1990. En sus siete temporadas, Diego jugó 259 partidos, anotó 115 goles, dio 78 asistencias y marcó una era. La ciudad, que aun llora su muerte, encontró en el cambio de  nombre de su estadio San Paolo por el de “Diego Armando Maradona”, un humilde homenaje a su dios napolitano.

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