De ser campeón del mundo y olímpico y que en Europa pongan millones por él a jugar por unos pocos pesos en un torneo semi-amateur

Ser campeón del mundo es el anhelo de todos y cada uno de los futbolistas profesionales de cualquier país del mundo, pero más aún si son nacidos en la Argentina, donde al alcanzar ese logro uno pasa automáticamente a estar realizado de por vida en todas las facetas posibles.

En el presente siglo, la Selección Argentina se ha dado el lujo de conseguir el título del mundo en 3 ocasiones en la categoría sub-20, donde es el equipo que más campeonatos de este estilo tiene a lo largo de la historia, con un total de 7 consagraciones, siendo la del 2007 la última.

El torneo del 2001, jugado en la territorio nacional, fue uno de los más recordados y especiales de todos por al gran superioridad que mostró el combinado de José Pékerman a nivel colectivo y las grandes individualidades que tenía, tales como Andrés D'Alessandro, Javier Saviola y Leandro Romagnoli.

Uno de los integrantes de ese plantel

Nicolás Medina fue el mediocampista central titular de ese combinado de la Argentina campeón del mundo en aquel emblemático campeonato, consagración que lo catapultó a Europa: fue comprado por el Sunderland de la Premier League a cambio de 3,5 millones de euros desde Argentinos Juniors.

Dicha actuación no solamente lo llevó a un fútbol tan prestigioso como en inglés, sino que también le valió una convocatoria a la Copa América de Perú 3 años más tarde y a los Juegos Olímpicos de Atenas, donde también daría la vuelta olímpica con la Selección Argentina. Sin embargo y a partir de allí, su carrera se desplomaría.

Jugando más en la reserva que en la primera del conjunto británico y con descenso de por medio, Medina inició un periplo por muchísimos clubes de varias partes del mundo: Leganés y Murcia de España, algunos elencos menores de la Argentina, Chile y México para, finalmente, retirarse en el Real Pilar de la Primera D el año pasado.